Buenas tardes
Nos hemos encontrado a las gaviotas jugando
leve en la superficie quieta del mar. Ebrias de tanta luz se dejaban balancear
por el agua como aquellas barcas de hinchada vela blanca.
No podíamos pensar a aquella hora en los
niños sin juguetes, sin zapatos, en el enfermo sin consuelo.
Todo lo conmovía un blando dulzor azulado, música de placidez serena.
Y el sol se nos puso como una naranja sobre
el mar allá pegado en el cielo bajo. El reflejo – puñalillo- cabrioleaba con
delicadeza.
Con la noche – lluvia de cenizas – las
gaviotas desaparecían.
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