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Epílogo sincero

A Vicenta Luisa: Todo ha terminado con los primeros grillos y abubillas de este abril. Ya luces ante mi triste y pobremente, como la llama amarilla de una vela. Todo ha terminado. No eres hoy para mi, “aquello”. Te saludo. Primavera de 1968 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Momentos

Luisa, la luna se va a dormir y tiene la cara toda amarilla, los grillos monótonos e incansables han enmudecido. El silencio es gris y ha llegado ya el otoño. ... ... ... En horas de silencio y paz, cuando todas las cosas se van a dormir en ese lecho de oscuridad de las siete de la tarde, vienes a mi, Luisa, como un pensamiento, como un recuerdo de luz, de armonía, de sencillez. Siete de la tarde – Domingo ... .... .... Aquí tengo parado lo que te voy a mostrar, “ Cada niño de la escuela tiene su niña y se miran y se quieren como niños que son. Lo mismo que nosotros, ¿te acuerdas? ... ... ... Lo oí detrás de mi. No iba para mi, Luisa. Preguntaban unas exigentes señoras que quién era esa muchacha tan guapa, tan mona, cuando te vieron aparecer toda vestida de blanco, con tus cabellos largos, tu cara y tus manos rosa, repartiendo armonía y serenidad en torno. Y estuve a punto de gritarles: “Era mi niña, señoras, mi niña! Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina

Una vida en flor

Tengo dieciocho años, Luisa, y un corazón hinchado, mucho más hinchado que tu pecho por mi felicidad. Tal vez sea pretencioso decir que lo tengo lleno todo de Dios. Tengo en él estrella, amaneceres silenciosos, camino, “pájaros cantando entusiasmados sin saber por qué”, muchachas hermosas que me han mirado y he mirado, chopos con su blando temblor, música y yo que sé cuantas cosas. Son dieciocho años de idilio, de luz, de gritos de niño. Luisa, con todo esto es imposible que me suicide si ello no me vuelve loco. No puedo más y estallaré como estallará el cielo de tan azul. Y sin embargo sigo buscando hermosura, y sin buscarla se me aparece. Y todo lo sufre el corazón que se me agranda, como cuando te veo a ti. Luisa, yo a ti no te quiero ni para novia, ni para compañera, ni para mujer, ni para nada, solo me gusta mirarte porque eres hermosa y si quieres que te siga diciendo cosas y admirándote, reza para que no encuentre a otra que, a mi parecer, te supere. Te seguiría teniendo

Canción loca

La luna se muestra por detrás de los montes soñolienta. Lentamente sube al cielo enganchándose en las ramas de los árboles del huerto. Todo se vuelve azul, azules los árboles, el pozo, las sombras y hasta el silencio y la quietud. ... ... ... Y cuando la luna se puso muy alta, y había pegadas en el cielo muchas estrellas que parpadeaban, apareció Luisa que se colocó a mi lado. Romper de una pedrada toda la luna para coger un pedacito era realmente una locura. Queríamos al menos alguna estrella. Luisa y yo cogimos piedras y anhelantes las lanzamos a las estrellas que reían. Sobre el brocal del pozo descansaba el pozalete lleno de agua. Una piedra cayó dentro y saltó una cabellera de palmera de estrellas. Luisa, rendida, cayó sobre la hierba, sobre las florecillas malva, toda desnuda. Aguardé escondido a que alguna estrella, bajase a contemplarla, y en su asombro la pudiese atrapar. Me equivoqué. ... ... ... El pozal estaba lleno de estrellas. Dormimos con sueño bendi

Unos días y una tarde

Luisa, he estado unos días en el monte. El monte me encanta. Un lugar silencioso que solo ha escuchado el canto de los pájaros. Un lugar que solo ha sido acariciado por la tibia luz de la luna y de las estrellas. ¡Qué cara tan blanca me mostró la luna estos días! Un lugar que se me ha emborrachado con la calma y quietud impresionante de los días y las noches serenas. Un lugar lleno de pinos y matorrales agrios con su río hondo y charlador. ... ... ... Y un día, Luisa, sin saber cómo, apareció una muchacha que me gustó, Rosario. Yo la miré pero ella me miró mucho más. Yo le hablé pero ella me habló mucho más, a las orillas del río y al amor de los chopos. Era por la tarde, una tarde azul y dorada de las eternas de julio; pero yo miraba los chopos del río más que a ella y oía los pájaro, también, más que a ella. Hubiese podido entrarme y herir mi corazón, pero mi corazón estaba lleno del canto de los jilgueros, del silencio de los amaneceres, de la canción del río y de los chop

Tal vez un poeta

A J.Aleixandre Luisa, yo tengo un amigo que escribe versos, versos que yo no entiendo y que tú, seguramente tampoco entenderías si leyeras alguno. Yo, ten esa seguridad, no soy poeta o tal vez si lo sea. Me encantan los blancos momentos del alba en primavera y un camino verde y polvoriento a las horas rosa de la tarde y una luna pura y redonda de enero y tantas otras cosas. Y como las veo las escribo, y las escribo con sencillez, pues la sencillez me encanta y por eso mismo me encantas tú. Y para más sencillez éstos: al mediodía hacía mucha calor y había mucha luz. Solo se oía el rumor de una fuente y el canto de unos jilgueros, escondidos en la fronda. Un niño despeinado, rubio como las espigas del trigo dominaba e impedía el paso de la fuente con los brazos extendidos a una niña rosa. Y la fuente, murmurando su monótona y fresca canción y salpicando las piernas del niño. Y el niño decía firme y sonriente, “O un beso no se pasa”. La niña eres tú, el niño, yo. ¿Te acuerdas?

Te quiero besar

Yo no he hablado nunca con Luisa, pero un día le diré, “Luisa, te quiero besar”. Y ella de un salto me cogerá del cuello y me besará. ... ... ... Se ha roto mi dulce y éxtasis. Estoy sentado en la hierba, con todos mis libros al lado, bajo la copa de un árbol. Es tarde y salgo al camino. Bajo el sol de mediodía, todo lleno de luz que ciega, viene Luisa por el borde, pisando la hierba y las florecillas blancas, rojas, azules... Y Luisa me parece una flor hecha de mil. Esta es la ocasión... Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Más Luisa

Y en una tarde silenciosa mucho más hermosa aún que aquella primera me he vuelto a acordar de Luisa. Me la ha traído el silencio amarillo, los chopos temblando llenos de hojuelas niñas, el dios azul, mi corazón dilatado por las cosas de la primavera. Una obra loca – naturaleza- ha traído otra Luisa. ...  ... ... En el silencio he estado pensando en Luisa. He pensado en su voz, en sus besos, en su carne, en su muerte, en su fuerza... Y la tarde se ha ido en agonía lenta. Ha desaparecido la luz, el color y toda la armonía es malva, y me pregunto dónde se habrá escondido la otra, la armonía verde de los chopos, la oro del sol, la celeste del cielo. Alguien ha tachado la naturaleza de Luisa y ha dejado escapar una naturaleza malva, malva en los chopos, malva en los caminos, malva en los cielos y malva en Luisa si estuviera ahora conmigo. Con la noche he perdido a Luisa. ... ... ... Quisiera encontrar la hermosura de esas horas en que el sol, soñoliento y cansado ya, resbala

Luisa

A Mariano Garibo Carrasco, que me dio papel y lápiz para el original Luisa existe. No existe solamente en un rincón, en un ángulo donde se producen las heridillas de amor, sino también en la vida real, con una familia, en una casa. Luisa no es la señora de mis pensamientos; en mis pensamientos no caben señoras, aunque Luisa es pequeña, con su carne rosa y blanca, con su pecho hinchadito, erecto. Ella no se si me mira, me interesa poco. Pero cuando yo la miro no me lleno de pasión, sino que me sereno, no pienso en nada y me quedo sin fuerzas. La figura y la actuación de Luisa es sencilla, delicada como la flor que brota en los matorrales del monte cuando llega primavera. Y primaveras no tiene más de quince. Bien, esta es Luisa. Ahora dejémosla a un lado y quedémonos sin pensar en nada, sin movernos, con esta tarde amarilla de la primavera con su cielo azul, con sus florecillas humildes y su silencio hondo, impresionante, augusto de estas horas quietas, sin pájaro. Pàgina