Entrades

S'estan mostrant les entrades amb l'etiqueta Señor

Jilguero y naranjas

Ya solo quedan unos pocos grillos lánguidos. La noche, como un vino dulzón, los ha ido embriagando: blanda torpeza que los rendirá. Todo el silencio, el perfume rosa, rosa el camino de polvo por el que va un labrador a su trabajo. La tímida luz primera va aclarando las cenizas del cielo. El labrador camina decidido a su naranjal. La bruma azulada que envolvía unos chopos se desvanece. Tiene el labrador la edad en que uno se cansa como no quiere, los hijos son ingratos y preocupan demasiado. La hierba está estrellada de menudas florecillas. Este labrador, como tantos, sabe bien lo que es el frío, el cansancio cuando aún quedan muchas horas para terminar la jornada y tantas cosas... Y el sol, primero como una manzana, después limón y ahora limón muy lamido que pone las sombras del naranjo azules. El labrador ha ido sudando y por mucho que se incline, las agrias y duras ramas de los naranjos le quitan el sombrero y le arañan la cabeza. La luz ha ido jugando con las cosas, como si

Pequeña anotación

En estas dulces tardes con su sol, su cielo, su luz de días con privilegio que cerca estás de mi, mi bien-amado ser. Se puebla e ilumina mi soledad: gran pensamiento de luz, cosas tan claras que no son verdad... Dejadme que no diga: no acertaría... Vivo; por caminos y nubes que hermoso será el atardecer. Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

En horas quietas

La amarillenta luz de una bombilla empapa la cocina. En ella están la abuela, su hijo y unos nietos niños. De fuera nos llega la noche y el tic-tac del reloj de campana dulce y tristona como esa hierba que se pone amarilla al paso del otoño. La abuela rompe a llorar. Su hijo, le pregunta porqué. “¡Tanto como los quiero, y no podré verlos mayores...! La amarillenta luz empapa la cocina. De fuera nos llega la noche y el tic-tac del reloj de casa. Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Buenas tardes

Nos hemos encontrado a las gaviotas jugando leve en la superficie quieta del mar. Ebrias de tanta luz se dejaban balancear por el agua como aquellas barcas de hinchada vela blanca. No podíamos pensar a aquella hora en los niños sin juguetes, sin zapatos, en el enfermo sin consuelo. Todo lo conmovía un blando dulzor  azulado, música de placidez serena. Y el sol se nos puso como una naranja sobre el mar allá pegado en el cielo bajo. El reflejo – puñalillo- cabrioleaba con delicadeza. Con la noche – lluvia de cenizas – las gaviotas desaparecían. Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Mi tío

Mi tío es encantador. Las personas mayores le llaman bohemio: yo no se esta palabra lo que quiere decir. Es despistado, escaso cabello rubio donde todos tienen, pero le sienta muy bien su barba del mismo color. Barba lacia y mirar ausente, dicen. Vive con su transistor en radio Rabat por la música en lo más alto de la casa. Su ventana me muestra los tejados grises, con manchas de verdín y los divertidos gatos con sus disputas; ropa tendida y allá lejos los montes violeta en el azul pintados. El otro día le di sol a su jilguero con los cristales de la ventana y se puso a cantar. Yo quiero que me de el pájaro porque lleva tiempo pensando darle su libertad... Mi madre me llama a comer y es un fastidio. El campanario da las dos y después a la escuela. ... ... ... Por la tarde me he encontrado a mi tío paseando por el barranco. Llevaba unas raíces secas i tomillos florecidos para su jarrón azul. Aquella tarde me dormí en su buhardilla. Me despertó para mostrarme “las últimas

Dibujo con letras

Viático de luz y espacio goloso: estío que vas pasando y lo vas dejando todo amarillo tras tu paso. Estío con tus voces y tus ecos de niño, lejanas, en la página infinita de tu tarde. Paisaje rabioso, pleamar, haz de caminos, verdes, cordillera violeta en la línea del horizonte, pájaro vestido de sol... todo un fruto con hueso el sol. Pleamar que esponjas mi ánimo acorralado por la impotencia. Ahora no pido nada y estoy gozoso: ved aquí toda mi filosofía, bien orgulloso de mi dulzura de no ser, viendo como se pintan estos cielos y campos. Vicent Blat nº 2560 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

María: nostalgia de la tierra, de los hombres

Honorato Poesía de encargo. María aún se acuerda del menudo canto de un jilguero loco, herido de amores como un mágico violín en unas manos de prodigio. A menudo se la ve alucinada, sobrecogida con la nostalgia da aquella diablura en risa y juegos del niño infatigable. Por el cielo, se la encuentran levemente azulada como una luna de enero, pensando en aquel joven enfermo que no puede beberse los ocasos, casi inútiles, o reír con las flores y las muchachas que le querrían María vive con emoción todos aquellos días blancos de su adolescencia, cuando los muchachos le pedían sonrojados o le ofrecían algún beso puro. Hace muchos años que perdió sus viejas amigas, las moscas, o las mariposas volando en dibujo caprichoso, torpemente. Se siente madre, también, de la muchacha que solloza que se le asoman unas lágrimas porque van pasando las tardes y no le llega el novio. María se fue vola

Canto a la luz

Alba que pones luz a los ojos, todo como almendro de Marzo, Alba que te desatas en rosas y bañas de alegría al enfermo, su corazón que la noche triste comprime. “Te ríes como una fuente naciste en el mes de Abril.” Transparencia, aliento de las fieles cosas que endulzan nuestro camino, como la flor amarilla allí... La luz y el color se enamoran y queda pintado el día de en par abierto. “Te ríes como una fuente naciste en el mes de Abril.” Luz de unos ojos claros, de mirada ausente en muchachas y arlequines. Luz que plantas, de la nada, al mundo y al hombre en la vida Luz que se casa con nuestro latir y no quiere otro marido, no “Te ríes como una fuente naciste en el mes de Abril.” Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Nosotros los enfermos, los locos

Que vengan a nosotros todos los médicos. Nos llaman enfermos, enfermos porque no bebemos los chiquitos granos de arroz y el rico queso, pegado en el cielo de las noches de otoño; enfermos porque nos sorprenden en éxtasis de gozo íntimo ante la romanza de plata, de una ignorada fuente. Nos llaman, también , locos, locos porque nos pierde esa brisa de los verano que se desmaya, que languidece a cada mínimo vuelo; locos porque nos gusta ahondar en todo ese misterio y aventura de la vida de un niño o de una muchacha. ... ... .... Estamos enfermos porque en nuestros rincones se amontonan nostalgias – cubiertas de un polvo azulado – de otras músicas y días niños todos blancos. Estamos locos porque tanto nos han martirizado el secreto inviolado, virgen del más allá de ese azul que nos ciñe en inmenso abrazo. ... ... ... Estamos enfermos, locos, deliramos. Todo en nosotros es un despropósito, un disparate. Que llamen a los médicos todos los pájaros vagabundos, las muchachas

Los primeros fríos

Ayer pisé al otoño que seco y frágil crujía blandamente y le vi tiritar como al pajarillo en la rama desnuda. Su sol – solecito de las cinco – reía como yo – levemente, una insinuación – aterido de frío. Tiritaban los chopos y todas las ramitas caídas del color de la ceniza y sus corazones amarillos, poquitos bebiendo sus últimas gotas de savia, otros revolando como torpes mariposas, otros sobre la menufa hierba que temblaba, también, con delicadeza. Y hasta el aire – todo conmovido – tiritaba también. Las golondrinas se habrán llevado ya la alegría pero mi corazón se mantendrá palpitante, caliente como un pan moreno acabado de sacar del horno. La cara y las manos se pondrán azules como la ternura del cielo, pero mi madre con sus manos de amor las pondrá como una rica manzana. La crudeza de los cielos y los campos no lograrán helar mi risa como a los charcos de los caminos. Y todo ríe, tiritante, aterido. 24 de Octubre 1968 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina segü

Sed de infinito

Somos los eternos insaciados, seremos los eternos insaciados hasta que un día Dios nos abra la puerta. Una música inefable nos estrecha porque nuestra sed es infinita, sed de música, de armonía. Nuestro cansado corazón no se agota con el misterio de un alma de muchacha, ni nuestros ojos – siempre insatisfechos – con lo augusto de un firmamento estrellado o los mil (mejores) paisajes escogidos. Una alegría intensa únicamente aprovecha para volver a despertar en nosotros esa ansia de infinito. Toda lejanía, el límite más dilatado nos aprisiona. Pero vendrá un día que no habrá ya línea de horizonte, todas las barreras se vendrán abajo. Cuando Dios nos abra su puerta nos cegará, nos ahogará con su todo, cederá el paso a su infinito en nosotros. Y hasta que ese día llegue, vayámonos de sus pálidos, minúsculos reflejos, vagando como los eternos insaciados. 30 de Octubre 1968 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Unos días

Ya no hace frío; toda la naturaleza es hermosura cargada de vida. El cielo no es el de hace unos días, tampoco son los chopos ni las tardes. El silencio se ha llenado de luz y de perfume. Hemos oído los primeros grillos con monotonías interminables, vacilando aún. Se ha podido pasear entre la honda quietud azul a la hora en que brillan temblorosas las estrellas. Y es, que ha llegado la primavera y ha llegado para que todos nos hagamos un poco poetas. Primavera ha venido ha hacer nuestro corazón un poquito más grande, más ancho, de lo que ya es. A cambio nos pide algunos momentos de paseo y de asombro silencioso, sin pensar en nada. 19 de Abril 1967 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Carta

José Luis, llega el otoño: Deja a un lado, aparta de ti la flauta y el alegre estribillo; o si prefieres dáselo todo a una golondrina para que se lo lleve lejos, muy lejos y no dudes de que a la primavera te lo devolverá. El otoño llega con su tesoro amarillo, con su enfermo y pálido sol, con su cielo de cristales sucios, cubiertos de polvo, con sus alboradas tiritantes. Ya pasó lo del jilguero, lo de las flores, lo de la alegre canción, lo de la estrella. Y sigue habiendo hermosura. Piensa en canciones del color de la violeta, tristes, cargadas de nostalgia. Y siendo así el encanto y la poesía te cubre de luz. Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Fotografía

Te quedaste inmóvil; una leve sonrisa en ojos y labios para quien te mirara. Te quedaste inmóvil; solo pasa el tiempo por el papel de la fotografía que va quedando amarilla. Mirándome pienso lo lejos que estaba de ti el hombre con su dolor sin y con tantas razones, los primeros cabellos que ibas a perder, las páginas que iban a dejar de ser tan blancas. Fragante edad que vuelves a mi con imprecisos vuelos, vuelos como todo vuelo. Tus sudores eran los juegos; tus lágrimas la emoción de los juguetes. Tu pecado mayor, el egoísmo, hacía sonreír a los mayores. Cuantos te ven dicen que ponías cara de inventor o filósofo. Algo salía de todo esto: escribías novelas y dibujabas películas en los recortados márgenes de los periódicos. Varias veces mes quemé los pelos con sustancias inflamables. Dicen que en la vejez se vuelve a ser niño: esto no es verdad.  Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Más primavera

Muchas, incontables abubillas han ido llegando. (Por las noches) Es la composición de todas las noches: cuatro grillos indecisos, cascados, una cortada de luna y la larga y monótona flauta de una abubilla. La noche, de azul tibieza y de blanda y delicada armonía. Cada abubilla que llega, cada grillo que se despierta, cada estrella que se descubre, más primavera. 4 de Abril 1968 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Nerviosismo

Se ha visto ya, la primera abubilla. Y hay que alegrarse, porque las abubillas nos anuncian un cambio que parecerá imposible. Unos días de luz, color, músicos, armonía, días de derroche, les vienen dando alcance, pisándoles los talones. El cielo está esperando el concierto de estrellas, estrellas que abrirán sus ojos – amarillos, blancos, rojos, azules – cuando los grillos las despierten, incansables. El árbol quiere ya comenzar a prepararse para recibir a los pájaros, todo verde y tembloroso. El violín aguarda impaciente sobre una silla... Se ha visto ya la primera abubilla. 22 de Febrero 1968 Pàgina anterior   ||   Index   ||  Pàgina següent

Sábado por la tarde

Es una tarde como otra tarde, de Otoño porque los niños han tenido las primeras largas conversaciones por la mañana con las moscas de la clase. Por los caminos se pasean bandadas de hojas pardas, amarillas, pero esto poco importa para que sea sábado y además por la tarde. Es una tarde de sábado y los niños no han tenido escuela, como tampoco la tendrán mañana tanto si sale el sol como si amanece con lloviznas, y los niños no aciertan a estar dentro de sí. Por la calle, con la camisa inmaculada, todo es jabón y colonia. Todos tienen detrás de su puerta al domingo que intenta pasar. Los más, han rellenado su quiniela y esperan un imposible. El trabajo, o está en manos de los no católicos o de los que no tienen un céntimo, y esto siempre anima como el vino dulzón y fácil de la taberna. Todas las muchachas, limpias y bien vestidas, andan sueltas porque la casa está barrida y mejor lavada. Una pareja en una esquina pone multas a los chulitos de las motos. Y el cura, como siempre

El mismo diablo

A Juan Olivert Aragó Hoy se prohíben las gafas de sol; a partir de este preciso momento. Guerra sin cuartel a este género de gafas que son el mismo diablo, un diablo disfrazado, vestido de seda, como la mona, que ya se sabe... Unos ojos pueden estarnos mirando con esa mantenida, insistente observación que irrita, que rebela. O, sencillamente, cualquier par de ojos que nos pone molestos detrás de un vil cristal o plástico excesivamente bronceado, ahumado. Unas gafas de sol, montadas sobre el espinazo de la nariz y estrangulando por el cuello a las orejas, le roban indolentemente al paisaje toda la armonía de luz y color. Unas gafas de sol a la cara de una muchacha bella, encubren y nos privan de unos ojos, sin duda inmensos. Y esto, si que ya no se puede tolerar. Hoy se prohíben las gafas de sol; a partir de este preciso momento; Guerra sin cuartel a este género de gafas, que son el mismo diablo, un diablo disfrazado, un diablo disfrazado, vestido de seda como la mona, q

Es una orden

Que lleven, que obliguen a ir a todos los gatos a los salones, a los ateneos para que nos lean sus obras, su producción de poesía; a esos gatos que discuten zumbones, irresponsables por la noche en los tejados sobre una estrella o la monotonía metálica de un grillo. Que suban a los tablados, a los escenarios de los cines y teatros, todos los gitanos de chocolate, amigos de la vida luminosa, abierta, amigos de los niños que hurgan con un palito o con la mano en los montones de escombros. Estamos cansados ya de poetas con encendidas rosas y ruiseñores siempre de luto. Queremos poetas locas que levantes las faldas a las duras gitanillas. Queremos gatas y ratas que esperando que la luna caiga riñen sobre los tejados, imaginándosela un rico queso. Es una orden de Franco – rey de la creación – que se persone toda esta tropa, porque van  a comenzar las noches de los festivales de España. Terminado a las doce treinta y dos, en el corazón del día si nos ponemos tiernos. 23

Siempre el tiempo

El día, la noche se abren siempre, y más tiempo que se desgrana. Con la luz y la oscuridad el tiempo se engancha en busca de unos límites que nunca encontrará. Ahí está el tiempo siempre abierto, siempre enfrente, como una flecha que ya no encontrará reposo. Hay que vivir, vivir es obligado. Dios nos exige cincuenta, sesenta años de tiempo pintados al menos con intención siempre renovada. Días yermos, días no tomados como nuevos cada mañana, días que no palpiten calientes como un recién nacido irán depositando en nosotros desconfianza y pondrán a Dios a todo ceñudo. Necesitamos corazón de santo o de poeta para escribir hasta en lo grueso de cada página de nuestra vida. Como nuestro corazón, desgraciadamente, no delira hay que apresurarse, y pintar al menos ridículos garabatos de niño. Dios se burlará de nosotros sonriente y cariñoso. Y el tiempo siempre enfrente, que se desgrana, que se ensancha, que se abre, que se dispara como una flecha que ya nunca encontrará reposo.