Jilguero y naranjas
Ya solo quedan unos pocos grillos lánguidos. La noche, como un vino dulzón, los ha ido embriagando: blanda torpeza que los rendirá. Todo el silencio, el perfume rosa, rosa el camino de polvo por el que va un labrador a su trabajo. La tímida luz primera va aclarando las cenizas del cielo. El labrador camina decidido a su naranjal. La bruma azulada que envolvía unos chopos se desvanece. Tiene el labrador la edad en que uno se cansa como no quiere, los hijos son ingratos y preocupan demasiado. La hierba está estrellada de menudas florecillas. Este labrador, como tantos, sabe bien lo que es el frío, el cansancio cuando aún quedan muchas horas para terminar la jornada y tantas cosas... Y el sol, primero como una manzana, después limón y ahora limón muy lamido que pone las sombras del naranjo azules. El labrador ha ido sudando y por mucho que se incline, las agrias y duras ramas de los naranjos le quitan el sombrero y le arañan la cabeza. La luz ha ido jugando con las cosas, como si