II
En todas partes hemos encontrado caravanas
sin nombre, su dolor sin razones, no sabían dónde se encontraban y nunca lo
preguntarán. Tenía frío y se pasmaron de que nosotros tratáramos del frío
invierno que nos abrigaba. Estuve tentado de preguntarles si creían que era de día
o de noche...
Cierto no hacía falta pagarles para que
sonrieran. Son buenas gentes que saben, viven y quién sabe si les pertenece una
muerte. Y los días de fiesta, augua o vino: no importa lo que haya.
Apaguemos nuestros cansancios como ellos.
Olvidemos como ellos tu sabes cuanto y cuanto. Se matan por los que aún pueden
reír – luz que en la noche se detiene – su deber heroico: la alegría.
1970
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