IX
Unos somos espinos, otros hojas;
con algo más componemos el rosal del tiempo, con rosas más o menos pujantes.
Las espinas lo quieren todo
concreto y vida que pariera más vida. A cuantos se les conocen los pasos por
racimos de caminos, caen en la segunda inocencia que da por creer en poco y
aman lo de primera mano que han ido
alquilando.
Los proyectos deben ser vastos
pero el hilo de la vida admite cargamento ligero: por eso la vida es tanta
armadura y en cualquier calesa quedan espacios para cargamento escogido y
fecundo.
Soledad, trabajo, dolor de
incomprensión sobra. Hay que remozar y refinar esa plata de niño que llevamos,
despertar y reavivar la serena alegría de vivir, regar para que florezcan en
nosotros esos ojos nuevos...
Amigos, os amo y por mi y por
vosotros camino; os pinto y os toco mi armónica.
La ciudad y el campo de todos,
está cerca; no os quedéis en los puentes mirando para abajo. Mi noticia es aún
oscura noticia. Allí el sol se levanta con su cara colorada y florece la
planicie; el sol declina pero la noche será tan blanca como el día. El gozo se
estirará como el infinito. El sol será una pálida y la luna sol arrogante. Algo
así como un desordenado orden, por ahora inexplicable.
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