Los primeros fríos
Ayer pisé al otoño que seco y frágil crujía
blandamente y le vi tiritar como al pajarillo en la rama desnuda. Su sol –
solecito de las cinco – reía como yo – levemente, una insinuación – aterido de
frío.
Tiritaban los chopos y todas las ramitas
caídas del color de la ceniza y sus corazones amarillos, poquitos bebiendo sus
últimas gotas de savia, otros revolando como torpes mariposas, otros sobre la
menufa hierba que temblaba, también, con delicadeza. Y hasta el aire – todo
conmovido – tiritaba también.
Las golondrinas se habrán llevado ya la
alegría pero mi corazón se mantendrá palpitante, caliente como un pan moreno
acabado de sacar del horno.
La cara y las manos se pondrán azules como la
ternura del cielo, pero mi madre con sus manos de amor las pondrá como una rica
manzana.
La crudeza de los cielos y los campos no
lograrán helar mi risa como a los charcos de los caminos.
Y todo ríe, tiritante, aterido.
24 de Octubre 1968
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