Luisa


A Mariano Garibo Carrasco,
que me dio papel y lápiz para el original

Luisa existe. No existe solamente en un rincón, en un ángulo donde se producen las heridillas de amor, sino también en la vida real, con una familia, en una casa.
Luisa no es la señora de mis pensamientos; en mis pensamientos no caben señoras, aunque Luisa es pequeña, con su carne rosa y blanca, con su pecho hinchadito, erecto.
Ella no se si me mira, me interesa poco. Pero cuando yo la miro no me lleno de pasión, sino que me sereno, no pienso en nada y me quedo sin fuerzas.
La figura y la actuación de Luisa es sencilla, delicada como la flor que brota en los matorrales del monte cuando llega primavera. Y primaveras no tiene más de quince.
Bien, esta es Luisa. Ahora dejémosla a un lado y quedémonos sin pensar en nada, sin movernos, con esta tarde amarilla de la primavera con su cielo azul, con sus florecillas humildes y su silencio hondo, impresionante, augusto de estas horas quietas, sin pájaro.



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