Momentos


Luisa, la luna se va a dormir y tiene la cara toda amarilla, los grillos monótonos e incansables han enmudecido. El silencio es gris y ha llegado ya el otoño.
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En horas de silencio y paz, cuando todas las cosas se van a dormir en ese lecho de oscuridad de las siete de la tarde, vienes a mi, Luisa, como un pensamiento, como un recuerdo de luz, de armonía, de sencillez.

Siete de la tarde – Domingo
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Aquí tengo parado lo que te voy a mostrar, “ Cada niño de la escuela tiene su niña y se miran y se quieren como niños que son.
Lo mismo que nosotros, ¿te acuerdas?
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Lo oí detrás de mi. No iba para mi, Luisa. Preguntaban unas exigentes señoras que quién era esa muchacha tan guapa, tan mona, cuando te vieron aparecer toda vestida de blanco, con tus cabellos largos, tu cara y tus manos rosa, repartiendo armonía y serenidad en torno. Y estuve a punto de gritarles: “Era mi niña, señoras, mi niña!


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