Siempre el tiempo
El día, la noche se abren siempre, y más
tiempo que se desgrana. Con la luz y la oscuridad el tiempo se engancha en
busca de unos límites que nunca encontrará. Ahí está el tiempo siempre abierto,
siempre enfrente, como una flecha que ya no encontrará reposo.
Hay que vivir, vivir es obligado. Dios nos
exige cincuenta, sesenta años de tiempo pintados al menos con intención siempre
renovada.
Días yermos, días no tomados como nuevos cada
mañana, días que no palpiten calientes como un recién nacido irán depositando
en nosotros desconfianza y pondrán a Dios a todo ceñudo.
Necesitamos corazón de santo o de poeta para
escribir hasta en lo grueso de cada página de nuestra vida.
Como nuestro corazón, desgraciadamente, no
delira hay que apresurarse, y pintar al menos ridículos garabatos de niño. Dios
se burlará de nosotros sonriente y cariñoso.
Y el tiempo siempre enfrente, que se desgrana,
que se ensancha, que se abre, que se dispara como una flecha que ya nunca
encontrará reposo.
Escrito en una bufà de clase.
Miércoles 6 de Noviembre
1968
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