Una vida en flor
Tengo dieciocho años, Luisa, y un corazón
hinchado, mucho más hinchado que tu pecho por mi felicidad. Tal vez sea
pretencioso decir que lo tengo lleno todo de Dios. Tengo en él estrella,
amaneceres silenciosos, camino, “pájaros cantando entusiasmados sin saber por
qué”, muchachas hermosas que me han mirado y he mirado, chopos con su blando
temblor, música y yo que sé cuantas cosas.
Son dieciocho años de idilio, de luz, de
gritos de niño. Luisa, con todo esto es imposible que me suicide si ello no me
vuelve loco. No puedo más y estallaré como estallará el cielo de tan azul. Y
sin embargo sigo buscando hermosura, y sin buscarla se me aparece. Y todo lo
sufre el corazón que se me agranda, como cuando te veo a ti.
Luisa, yo a ti no te quiero ni para novia, ni
para compañera, ni para mujer, ni para nada, solo me gusta mirarte porque eres
hermosa y si quieres que te siga diciendo cosas y admirándote, reza para que no
encuentre a otra que, a mi parecer, te supere. Te seguiría teniendo en mi
corazón pero como una flor a un pájaro. Si esto ocurre, aquí no ha pasado nada;
se ha ido un día y ha venido otro y si se ha llenado todo de sol es domingo, es
fiesta. Y ahora perdóname pero que te bese la luna que yo, no te beso.
Déjame entrar a mi corazón pero tú no vengas
conmigo.
Escrito en una tarde de
domingo y
además con un sol radiante
de primavera,
cuando tal vez Luisa esté
bailando
con uno de tantos para que no la hagan
que se ensucie.
17 de Septiembre 1967
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